La mayor parte de la comunicación humana se transmite de manera no verbal, aun cuando nuestro discurso se pueda sobrepoblar de palabras nobles. Y es así como nuestros hijos/as la mayor parte del tiempo aprenden de acciones. Las palabras entonces cobran sentido y ganan peso en significado cuando nuestro discurso tiene un sustento en aquello que con actos les ofrecemos.
Es un importante legado para los hijos la coherencia cotidiana de sus padres/madres entre actos y palabras. Para ello es fundamental que como padres seamos capaces de mirarnos y aceptarnos a nosotros mismos con lo bueno y lo difícil, solo entonces podemos hacer el trabajo que sea necesario para nuestro crecimiento y evolución. Después de todo, solo podemos dar a nuestros hijos aquello que hemos tomado.
Un niño es capaz de observar y aprender de los errores de los padres, de cómo los enfrentan, de cómo reparan o pueden resolver. Ser un padre perfecto es una fantasía, pero ser un padre consecuente le da fuerza y un sustento real a los hijos.
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